lunes, 27 de junio de 2011

el increíble caso de las tres y media de la tarde (continuación)



Lo primero que Marcelo Escamilla ordenó a su enfermera una vez habían acabado con el último de los pacientes, fue tranquilidad, mucha tranquilidad; lo segundo, una copa de brandy, de güisqui, de ginebra... no hizo falta que siguiera, pues antes de que continuara enumerando bebidas, ya Lola le servía presta un vaso con dos deditos de güisqui, al que por supuesto acompañó con otro similar, ambos, como si les hubieran dado cuerda, automáticamente se los tomaron de un trago.
Acto seguido, con la dignidad que lo caracterizaba, el doctor Escamilla se puso en pie, y andando de un lado a otro de la consulta, con su voz atildada y melodiosa, comenzó a decir -hablando para ambos y en voz algo alta para su costumbre-, que no tenían porque desatarse los nervios, pues todo en la vida tiene una explicación y ésto no podía ser menos, además, que al fin y al cabo él era psiquiatra, y Lola llevaba en ese puesto 25 años, y por muchos casos de cambios de cabezas, no por eso iban a perder la compostura, así que ante todo, serenidad y aplomo, y con esta premisa irían los dos a Dirección y le contarían al Gerente que no habían parado de recibir pacientes con cabezas de animales desde las tres y media de la tarde.
Calmados y sin preámbulos, le soltaron de sopetón al Gerente, que extrañamente no habían parado de recibir pacientes que creían tener no sus cabezas de siempre, sino cabezas de animales: de ovejas, jabalíes, caballos, jirafas, perros, avestruces... El Gerente, que no daba crédito a lo que oía, no tuvo otra reacción que la de reírse a carcajadas, !a ver, qué iba a hacer el hombre con tales explicaciones de gente con cabeza de oveja, de jabalí o de caballo de carreras!, y eso que Marcelo y Lola se habían callado adrede al de la cabeza de toro, por aquello de los cuernos, los chistecillos fáciles, e incluso las susceptibilidades.
Y las carcajadas que no parecían amainar, ni el doctor Escamilla ni Lola Domínguez conseguían hacerle entender que se trataba de algo anormal y grave, eso desde luego, pues en su dilatada vida profesional jamás se habían tropezado con algo así, ni tan siquiera parecido, y que la solución del análisis de sangre y orina que provisionalmente habían tenido que darle a aquellos pacientes, comprometía no solo a psiquiatría, sino también a la Gerencia, a Dirección y a la clínica misma.
Pero nada, no había forma de que el Gerente dejara de reírse a carcajadas, ante lo cual, Marcelo y Lola rendidos, y sin cintura con la que encajar pase torero alguno, optaron por darse media vuelta y salir del despacho dejándolo como caso perdido. Por el pasillo, aun cuando se alejaban, seguían oyendo las risas del Gerente, en el ascensor, oían las risas del Gerente, y hasta en el hall de entrada de la clínica, se escuchaban las carcajadas de aquel Gerente. Solo fuera y en dirección al aparcamiento, dejaron de oír las sonoras carcajadas del Gerente.
Era tarde, por lo que doctor y enfermera decidieron irse cada cual para su casa, no sin antes convenir que no contarían nada de lo ocurrido a sus respectivos marido y esposa, y que esperarían al día siguiente a que los acontecimientos dieran la cara.
La noche obviamente fue densa, no pudieron pegar ojo ni uno ni otra, y mudos, sin contar nada a sus respectivos, la pasaron en blanco dando vueltas en la cama, y sin dejar de pensar en aquellos increíbles casos que les sucedían desde las tres y media de la tarde del día anterior, por eso, cuando sonó el reloj a eso de las ocho de la mañana, ambos salieron disparados para la clínica.
Al llegar, no notaron nada raro ni especial, cada quien parecía estar a lo suyo, Alex en su mesita de la entrada ojeando el periódico, Marta, en el mostrador con las llamadas y Cati, pasando la mopa y regando las plantas del pasillo. Ninguna llamada de la Dirección, ni de la prensa, ni del Colegio de Médicos, ni del Gerente, que suponían habría dejado ya de reír, incluso las consultas que estaban atendiendo esa mañana eran sumamente normales para una unidad de psiquiatría: un caso de depresión, otro de trastorno de personalidad con delirium tremens, y un maníaco exhibicionista... el doctor Escamilla, ni siquiera quería sacar a colación los increíbles casos de ayer desde las tres y media de la tarde, no fuera a ser que de nuevo se produjera la catarsis, y una sucesión de personas con cabezas de animales desfilara otra vez por su consulta, no obstante, al ver que la jornada se desarrollaba con rutinaria normalidad, decidió que a la hora del almuerzo lo comentaría con Lola, porque, a lo mejor sólo había sido un mal sueño de ellos, o de él solo, y esta idea liberadora, calaba más y más en su ánimo y en su persona.
En esas estaba, cada vez más relajao y a diez minutos de cerrar citas para irse a almorzar, cuando sonó una llamada por el interfono que decía:

- Doctor, ¿que hago con los resultados de los trece análisis de sangre y orina que mando usted ayer urgentes?.

Marcelo Escamilla se quedó banco como una tiza blanca, sin capacidad de responder, y mientras, al otro lado del interfono solo oyeron de respuesta el grito desgarrado de alguien que decía

- !Nooooooooooooo!

.... en el cristal de la ventana de la consulta de psiquiatría, se reflejaba un doctor, con su traje oscuro y su corbata clara como corresponde a un psiquiatra, con su flor en el ojal para transmitir relax y armonía a los pacientes, como asimismo corresponde a un psiquiatra, y por cabeza, una muy enorme taza de café humeante...(claro que pensandolo bien, también muy convenientemente, como correspondía a un psiquiatra)



Fin

lunes, 20 de junio de 2011

el increíble caso de las tres y media de la tarde



Llevaban todo el día así y no parecía que la cosa fuera a decaer, sino más bien todo lo contrario, por lo que el Dr. Escamilla, su enfermera Lola Domínguez y Alex, el guapísimo celador de la unidad de psiquiatría, ya no sabían qué hacer. Al principio, pensaron en una simple coincidencia, pero, que dos pacientes seguidos se presentaran contando lo mismo, daba que pensar, claro que, al repetirse una y otra vez la misma historia en los siguientes, la cosa ya pasaba de castaño a oscuro.
¿Qué está ocurriendo? se preguntaban atónitos, no podía ser una de esas extrañas casualidades de la vida, ni tampoco parecía una especie de juego o cadena colosal del estilo lie usted a su psiquiatra y pase la bola al siguiente, además, los pacientes salvo por ésto de verse cabezas de animales, regían perfectamente, sin manifestar ningún otro signo de no estar en sus cabales.
Alex, fue el primero en dejar caer lo de ¿y no habrán cogido un virus?, pero Lola, con sus más de veinticinco años de experiencia, atajó de inmediato:
!imposible!, no hay virus que pueda hacer que la gente vea animales en cuerpos de personas como si fuera la cosa más normal del mundo... y atónitos, contemplaban sin saber qué pensar ni que decir de tan increíble caso, en todos y cada uno de la lista de pacientes de la clínica, desde las tres y media de la tarde.

- Buenas tardes doctor, verá, esta mañana, me desperté al lado de mi marido, Ramón, 40 años, moreno, ojos azules, desayunamos juntos y él se fue a su trabajo, al Ayuntamiento, con su traje azul, su camisa de rayitas grises y su corbata roja bermellón, pues bien, cuando volvió del trabajo a las cinco y media de la tarde era él, seguía siendo él, pero ahora tiene la cabeza de un jabalí, por no decir que yo, me miro al espejo y soy yo, Montse, sigo siendo yo, la Montse, solo que ahora tengo la cabeza de una oveja: ¿qué me está pasando doctor?

Doctor y enfermera se miraban desconcertados sin decir palabra por unos instantes, hasta que liquidaban el asunto con un "tendremos que estudiar su caso y hacerles una prueba a usted y a su marido, y cuando tengamos los resultados, le pondremos la adecuada medicación. De momento, tómese la vida relajadamente y no se preocupe por nada"

- Buenas doctor, mire, no sé cómo decirle, pero es que ahora mi jefe tiene cabeza de caballo de carreras, y verá doctor, ¿se ha dado cuenta que tengo cabeza de jirafa?, y no es que me importe demasiado, pues siempre me gustaron las jirafas, pero ¿usted ve ésto normal?. Mi vecino, esta tarde salió de su casa con su uniforme y cabeza de perro pachón, o terrier, no sé, es que no distingo bien a los perros, pero el caso es que él se fue, y su mujer, que salió poco después con el niño para llevarlo a las clases de judo, tenía cabeza de avestruz, y el niño de pez... ¿cómo puede un pachón o un terrier y una avestruz tener un niño pez?, yo creo sinceramente que esto no es muy normal, doctor, ¿usted qué cree?

Y, otra vez atónitos y ciertamente desesperados ya con tanto cambio identitario de cabezas, volvían al desconcierto de mirarse mudos, y a la carga de "no se preocupe de nada señora, todo tiene explicación, pero en su momento, por lo pronto, vamos a hacerle unas pruebas, pero tranquila, relájese y tómese la vida sin sobresaltos",
mientras le extendían, -como a los demás-, el volante con la prescripción de un análisis de sangre y de orina, lo único que se les ocurrió ante los extraños casos que estaban atendiendo desde las tres y media de la tarde.


lo continuo en la siguiente entrada

domingo, 5 de junio de 2011

para nadie




Hoy necesito mar,
viento,
graznido de gaviotas
y olor a salitre.
Evaporarme al sol,
diluirme.
Salir de mí,
volver a la inocencia
y perderme
en el azul infinito
del horizonte...
y como la canción,
que el agua y la sal
se me escapen
entre los dedos.
Hoy siento,
que no estoy para nadie


Sigo teniendo problemas con el blog, no sé si es por culpa del blogger, o del servidor, o del google, o de  todos juntos... pero sigo teniendo problemas. Intentaré bandearlos como pueda, y seguir publicando, pese a que el google no me reconozca el perfil...!ay señor!
El poema, lo escribí hace días, al poco de conocer la enfermedad de mi madre. Ya sabeis que en este blog no suelo publicar poemas, para eso está "algo contigo", pero esta vez, he querido publicar el mismo poema en los dos... y si la luna y la niebla fue una entrada que escribí con las entrañas como dice mi amigo Manel (Manel Aljama, del blog el viajero de las letras), este poema está escrito también desde las entrañas.
Muchisimas gracias a tod@s de corazón: gracias por vuestro caríño, por vuestro apoyo y vuestros ánimos, por vuestra comprensión y vuestra generosidad, gracias por vuestra ayuda, qué no sabeis cuanto la necesito... GRACIAS, millonazo de gracias igual que millonazo de besotes, de esos gordotes que siempre os mando.