domingo, 20 de febrero de 2011

el finde


Ya el jueves andaba tocada, -aunque no hundida-, por eso el viernes me dije !palante!, y con mi dolor de cabeza por montera (y nunca mejor dicho), tiré pa la oficina... los viernes son siempre algo más relajaos que el resto de la semana, pero volví a casa con el mismo dolor de cabeza al que ahora también se sumaban el de espalda, de garganta, y eh voilà, la fiebre: !buen finde faringitis!.
Amoxicilina al canto, cama y reposo... música de grandes pelis alternada con fados y tangos, y tres libros: Contra el Cielo, de Salvador Robles (editorial Paréntesis), Sé tu mismo aunque seas un gilipollas, de Mercedes Pajaron (editorial Tarannà) y Aventuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa (editorial Alfaguara).
Y resulta que entre libros, música, la cama, el sofá, y algunos mimos de mi marido y mis hijas... se ha cocido un finde dulce, muy dulce, !como que no me importarían más faringitis así, oiga!.

Shusssssss, no se lo digáis a nadie, s´il vous plaît.



domingo, 13 de febrero de 2011

¿hasta dónde?



El infierno debe estar solo,
solo y vacío,
pues todos los demonios
conviven con nosotros,
y flota la maldad
a cada paso,
agriando sueños y sonrisas.

¿Hasta dónde se puede
llegar sin traicionarse
a uno mismo?,
¿acaso no es igual
de culpable el que sabe
y calla, calla y otorga?.

Fluye hermosa la vida
entre horizontes
llenos de mentiras,
donde justificamos
conciencias.
Fluye hermosa,
!lástima de belleza
podrida por la avaricia,
por el afán de poder,
por soberbia, por envidia!.

Pero fluye
la vida paso a paso,
entre mentira y demonios,
pues el infierno está solo
y ellos andan con nosotros;
cual personajes de Saramago
nos entró la ceguera,
quizá, de no querer ver,

porque...
¿hasta dónde se puede
llegar sin traicionarse
a uno mismo?


domingo, 6 de febrero de 2011

¿dónde estará mi corona?, preguntaba una Leonor




Tranquila, tranquila, controla los nervios -se decía a sí misma una y otra vez Leticia-, mientras buscaba y rebuscaba por los cajones.

- ¿Pero dónde estará joder, dónde estará la corona?, se oía cada vez con un tono más alto y exasperao, mientras con denuedo miraba aquí y allá.

- !Aquí está, menos mal!, y corona en mano, con la complacencia aún latente del hallazgo, se puso de nuevo a remover los cajones buscando ahora las horquillas.

- A ver, ¿dónde habré puesto las horquillas?... !ay por Dios, solo faltaba que en mitad del acto se me moviera o se me cayera... solo faltaba, joder!

Sintió otro empujón de alivio al coger, de la cajita de las compresas, cuatro o cinco horquillas sueltas, abandonadas allí por ella misma algún día tras la representación.
Y con las horquillas en la boca mientras se colocaba la corona, sujetándola bien, frente a frente al espejo, una Leonor de Aquitania -desafiante y altiva, como procedía-, se daba los últimos toques, respirando a conciencia e intentando tranquilizarse, sobrellevando como podía ese pellizco en el estómago que le acompañaba siempre momentos antes de salir, que no la dejaba en paz, y que jamás había conseguido vencer.
En esas estaba cuando escuchó la voz de Pipe que por los pasillos iba diciendo:
!A escena, a escena!.

De inmediato, en un visto y no visto, se volvió del espejo y salió del pequeño camerino. Mientras andaba hacía el escenario, en vez de ir repasando mentalmente sus diálogos, curiosamente, se puso a pensar que ella no era una gran actriz, que ni siquiera había estudiado para ésto, pero que sin embargo, no podría dejar de ser eso, solo eso, una actriz... el teatro la había atrapado y no podía imaginarse ya nada sin él, pues ¿acaso quizá la vida no era más que puro teatro?