domingo, 21 de marzo de 2010

David



Adoraba tocarse aquella barriguita tersa que ya claramente le respingaba por entre blusas y vestiditos sueltos, sentía como si así, casi pudiera tocar a su niño, su primer hijo, aquel retoño que le nacería por primavera.
Ya sabían que era niño, se lo había dicho con absoluto convencimiento su ginecólogo, y, desde que fue consciente de su embarazo, apenas unos días después del retraso en su regla, toda ella se sintió como la princesa de fresa de un cuento encantado, literalmente feliz hasta la completa saciedad del término... paseaba, comía, dormía, vivía, expandiendo una luz desconocida para ella hasta entonces: dentro de sí misma la vida crecía poco a poco en cada ecografía !que emoción cuando en la pantalla el médico le explicaba la evolución de su niño!, !que maravilla por dios!, !que maravilla!.

Llegó el momento, todo estaba preparado en casa esperando a David... su cuarto precioso con la cuna, el cambiador, el cochecito, el armario lleno con una ropita de ensueño (pijamitas, patucos, gorritos, calcetinillos, pequeñísimos albornoces... todo preparado esperándolo a él), y, poco a poco, empezaron a venir los dolores de parto.

En el hospital, y tras horas de dilatación, le pusieron la epidural para mitigar todos aquellos dolores que lentamente y de forma constante estaban abriendo su cuerpo para dejarle a la vida el tan deseado fruto, y el niño llegó, ella estaba semiinconsciente pero al verlo en los brazos del médico y oír su vocecilla chillona, respiró en un alivio de satisfacción, de ternura, de emoción, de felicidad.

Cuando entornó los ojos, ya en la habitación, vió a su madre y a su marido, y sin detenerse siquiera en ellos, sus ojos se dispararon hacía el nido, a donde debía estar su pequeño David. Lo vió vacío, y agobiada y confusa preguntó ¿donde está el niño?, ¿donde está mi niño?... su madre, se sentó en la cama junto a ella, le cogió la mano y le dijo "tranquila, los médicos le están haciendo unas pruebas".

Pero ella, como si no pudiera socializar la respuesta, como si hubiera perdido la capacidad de razonar, seguía preguntando con más y más ansiedad y angustia: ¿donde está mi niño? ¿y mi niño?, su madre entonces, lo más suave que pudo y supo le respondió: David ha nacido con síndrome de Down. Y ella, sin socializar respuestas, sin capacidad de razonar, seguía preguntando angustiada ¿donde está mi niño? ¿donde está mi David?.
No quería razonamientos ni explicaciones, quería tener a su niño en sus brazos, tocarlo, sentirlo, rozarlo, besarlo... Miró a su madre, y no encontró complicidad, buscó a su marido y lo vió frente a la ventana de la habitación, llorando con la mirada perdida en el horizonte.


domingo, 14 de marzo de 2010

mal de amores


Hoy se había levantado guapa, ella misma lo comprobó al mirarse en el espejo del cuarto de baño, se sorprendió incluso al verse, y se dijo con tono profundamente exclamativo !vaya Alicia, que guapa estás!, fijamente se quedó mirándose asimisma en el espejo mientras le afloraba una sonrisa de satisfacción, de seguridad, de autoestima... y mientras sentía como en su cuerpo, iban cosquilleandole poquito a poco esas burbujillas del subidón.
No se lo pensó dos veces y se dijo: hoy es el día, sí, hoy voy a descorrer las cortinas que le tengo puestas a la palabra amor.
Hoy estoy guapa -dijo sonriente y recreándose-, !a la porra con el mal de amores!.

sábado, 13 de marzo de 2010

!feliz cumple, Janys!!

Hoy es el día de tu cumple, de tu cuarenta y tres cumpleaños, felicidades Janys, muchísimas felicidades... espero que te hayan cantado muchas mañanitas, que este día lo sientas y lo vivas como algo especial, y, que como te ha dicho Jose en su blog, "un día la amistad y el amor se encontraron...", y ya sabes, cuando ambas cosas se encuentran, ya nada es lo mismo, por eso, al igual que esos maravillosos tres (Rampy, Alijodos y Esther), y, porque como no hay tres sin cuatro, yo también te mando mis felicidades, un poquito tarde, eso sí, pero después de todo, el día aún no ha terminado, así que ahí va la penúltima de las sorpresas:
!Que sigas celebrando este día tuyo, como el flamenco, con pasión, con fuerza y con los sentimientos a flor de piel y de zapateao... como a tí te gusta, ya que el baile y tú estáis unidos por mucho más que una simple cuestión de amor!

Si queréis felicitar a Janys, pinchad AQUI
http://janys-milagrodeabril.blogspot.com/

Un besote gordo, gordo, gordísimo

domingo, 7 de marzo de 2010

la verdad no necesita traducciones

El reloj sonaba estruendoso a las siete, y cual pistoletazo de salida, la accionaba en una marcha frenética que terminaba justo a las ocho menos cuarto, hora en la que todos dejaban la casa para ir al trabajo y al cole.
Salía de la cama y como un zombi iba a la cocina, a su Nespresso, a tomarse a sorbitos una dosis de vitalidad mañanera, ese cafelito cargado que era pura gasolina para su cuerpo, y lo necesitaba !vaya que sí!.
Una vez desentumecida del sueño y con su chute de café, comenzaba por despertar a sus hijos mientras su marido ocupaba el baño.
A Natalia, un beso y quitarle literalmente las sábanas, para cortar con su ronroneo y sus eternos cinco minutitos más, por fi mamá. A Dani, besitos y achuchones llenos de cosquillas que lo sacudían a la par a movimientos y risas.
Luego, vuelta a la cocina a preparar el desayuno de todos: las tostadas, el colacao, el café, los crispis, los bocatas para el recreo, y la mesa, comenzaba a tomar forma... tazas, tazones, cucharillas, azúcar, la mantequilla, la mermelada, el aceite, las servilletas... cuando sus hijos y su marido aterrizaban para desayunar, ella se marchaba corriendo al baño para arreglarse, y, como una máquina bien engranada, sus tacones sonaban por el pasillo justo cuando ellos acababan de desayunar, justo a las ocho menos cuarto.

Fuera de casa el tráfico, la oficina, sus compañeros, el jefe, Margarita la recepcionista que, desde que se había separado siempre necesitaba hablar, un abrazo amigo y un ! Marga, tú vales mucho!, que le contrarrestara el bajón emocional.
El sonido del reloj del Ayuntamiento dando las tres, la liberaba, y esta vez, su campaneo también estruendoso, le dibujaba la sonrisa agradable del se acabó, c´est fini, se terminó el trabajo por hoy.
La esperaba su casa con las camas sin hacer, un pelín de desorden y la cocina para ella sola: sus hijos volvían a las cinco y media y Luis a la noche, sobre las nueve.
Abría el frigorífico, y sobre la marcha decidía qué comer, se preparaba una bandeja y se iba con ella al salón, sóla como estaba, se había aficionado a comer con los culebrones venezolanos... éste que se casó con aquella pero estaba enamorado de la otra, que a su vez estaba embarazada pero él no lo sabía, y el amigo la ayudaba y reconocía al niño... cuatrocientos capítulos de líos de amores y desamores acompañándola, de lunes a viernes mientras comía.
La tarde, se llenaba de luz y calor cuando llegaban sus hijos, y pese a lo tedioso del estudio y los deberes, siempre había espacio para las risas, las confidencias, los achuchones.
Y a las nueve, la cena estaba ya preparada y todos esperándolo a él, cuando volvía, comenzaban a cenar, luego, un ratito de televisión y a la cama los niños que mañana hay que levantarse temprano... el día, sólo le daba un escaso margen para estar a solas con Luis antes de acostarse.

Se acurrucaba a su lado, en el sofá, pero él, cada vez estaba más hermético, escudado en el trabajo, en los malos tiempos por los que pasaba la empresa, en la jodida crisis que iba a terminar con todos, lo notaba tenso, agobiado, cansado, y por eso mismo dejaba de preguntarle y se aferraba a él, al hombre del que estaba enamorada, al hombre que besaba sus labios, que la abrazaba, el que tocaba su cuerpo y la encendía. Se acurrucaba a su marido muy fuerte, pero aún así, pegada a él, la invadía un sentimiento extraño, sentía a Luis distanciado, lejano, ausente, presentía algo interpuesto entre ambos, algo no compartido, algo que la excluía y la repelía como una carga iónica de diferente signo, y ella, sólo podía aferrarse más y más a su hombre, acurrucarse a Luis y esperar a que pasase el temporal y saliera de nuevo el sol.
No quería saber, no quería oír rumores ni comentarios, no quería hacer cábalas, sólo quería quedarse acurrucada a Luis, nada más, pero al mismo tiempo que se aferraba a él, notaba que en su alma se había abierto una rendija por donde, sin que ella pudiera evitarlo, se estaba colando la desconfianza, el orgullo, los celos, las mentiras, los reproches, la culpa, la rabia, el miedo...


Quería tapar esa rendija pero no sabía cómo, quería volver a tener el corazón sellado, acorazado, pletórico, lleno de Luis, sólo de Luis, y mientras, un Luis cada vez más hermético, se limitaba mecánicamente a darle besos y abrazos fríos, a hacerle el amor y a dormir.
Ella, lo miraba a su lado en la cama, y no hacía más que repetirse a sí misma una y otra vez: me quiere, me quiere, Luis me quiere, me quiere... quería apartar de su mente ese pensamiento hostil de que acaso fuera el sexo el consuelo que quedaba cuando ya no alcanza el amor, y entonces, un suspiro le ahogaba la garganta, porque sabía que nada es más triste que el vacío de una cama de dos, y volvía con fuerza a repetirse me quiere, me quiere, Luis me quiere, me quiere, me quiere, pero sus adentros, no le devolvían el eco, sino esa certeza de toda mujer de que la verdad no necesita traducciones.