lunes, 28 de marzo de 2011

La pradera de los gatos felices (2ª parte)


Nos quedamos en que nuestra Trini descubrió un mundo nuevo en aquella tienda, y que después de una hora y tras las explicaciones de Mary, salió de la pradera de los gatos felices bolsa en mano, evidenciando la compra de productos... eróticos.


Cuando llegó a su casa, guardó celosamente la bolsa de la pradera de los gatos felices, como pirata que guarda un botín fabuloso, y antes que nada, escondió su tesoro muy a buen recaudo de curiosos... !y mira que a ella la curiosidad y el deseo la mataban!, pero no tubo otra que con la rutina y la piedad que dan tantos años de matrimonio, de ama de casa y de madre ejemplar, colocarse su bata, sus zapatillas planas y su delantal de manzanitas rojas y verdes, y, con naturalidad, como si tal cosa, se dispuso a hacer la cena para su marido y sus hijos.
Tras la cena, durante la cena y antes de la cena, su cabecita no hacía más que dar vueltas y vueltas sobrevolando la misma idea: su compra, aquel patito vibrador, las bolas chinas y el pene de látex. Sin embargo no podría probarlos, no sin disponer de la casa solo para ella como en los días laborables, cuando marido e hijos, tras el desayuno, partían a los trabajos y la dejaban a ella más sola que la una, a cuestas con la radio, y lavando, planchando, guisando, fregando... !y era sábado!, !aún tendría que pasar el domingo!... Trini nunca había estado más deseosa de que llegara el lunes.

Y el lunes finalmente llegó. Con la excitación de los nervios y de una conciencia mitad pecaminosa mitad prohibida, pues las mujeres de su edad habían sido educadas no para gozar por sí mismas, sino para estar al goce de sus maridos y ejercer de descanso del guerrero, con un morbo innegable y cosquilleándole los dedos, Trini abrió la bolsa y uno a uno los juguetes, comenzando por aquel pene de látex que con solo mirarlo le levantaba esplendorosamente el deseo.
No se lo pensó dos veces, se desnudó, se metió en la cama con su pene, cerró los ojos, y al ataque... muy pronto comenzó a sentir el dulce goce del sexo, !quien se lo iba a decir, si ya casi lo había olvidado!, si su marido ya ni la tocaba ni mucho menos la deseaba... !ay por Dios, con qué gusto y qué ánimo se levantó de la cama y se fue para el baño a probar el patito!... y el gusto por el sexo, volvió, !vaya que si volvió!.

Relajada como nunca y feliz con los juguetes probados, entró de nuevo a su dormitorio y se quedó mirando aquellas bolas chinas que a simple vista no le decían nada, pero que Mary le explicoteó tanto y tanto, que finalmente compró más por la insistencia que por interés propio. Después de sus dos experiencias anteriores no tenía muchas ganas de más, francamente, pero como solo tenía que colocárselas dentro de la vagina y nada más, pudiendo hacer cualquier cosa con las bolas puestas, se decidió, total, que le costaba... y de menos a más fue agradeciendo los regustillos que las bolas le daban con sus movimientos mientras ella en la cocina, trajinaba con los cacharros... y cuánto más se movía ella, más se movían las bolas, y más gustito... fue un no parar todo el día, un no parar, una gozada que ella no podía ni creer, !cielo santo!, ¿cómo no le habían dicho ésto antes?, y, ¿cómo había podido vivir sin bolas, sin pene de látex y sin patito?, !ay señor, señor!...

Su cambio de ánimo, su vitalidad, su energía y su sonrisa pasaron desapercibidas en su casa, ella, por supuesto, tampoco comentó nada de sus mañanas con los juguetes, sin embargo, desde el primer momento, bien que llamaron la atención de Reyes, su amiga del alma, uña y carne como eran desde la niñez, cuando ambas iban al mismo colegio del barrio... y a Trini, anda que le faltó tiempo para coger a su amiga y llevarla a la pradera de los gatos felices, a ver a Mary, y sus lecciones de sexo para amas de casa perdidas en una vida rutinaria, y que de sexo, sexo, ni mú.

En el taxi, mientras se dirigían a la tienda, cuchicheando por lo bajini para evitar las miradas curiosas del taxista por el espejo retrovisor, Reyes le preguntaba insistentemente a su amiga ¿pero tú estás segura?, ¿estás segura?, y Trini, más segura que nunca, con ojillos traviesos y moviendo la cabeza en un sí, le contestaba: ay Reyes hija, fíjate que en ésto, como que andamos en la inopia tu y yo !que tontas!, !lo que nos hemos perdío!, pero oye, que nunca es tarde si la dicha es buena, así que ya estamos tardando... !a aprender sin perder puntá de ná!, y sus sonoras risillas cómplices invadieron de pronto todo el habitáculo... !ay señor!



...y en breve, os contaré el final...



sábado, 19 de marzo de 2011

La pradera de los gatos felices



A Trini le gustaba el bullicio de las calles del centro de la ciudad especialmente los sábados, pues ya fuera por la mañana o por la tarde, las calles se llenaban a rebosar de gente entrando y saliendo de las tiendas, comprando o mirando, e inundando cual marea humana el espacio comprendido entre Marquina, Ramón y Cajal, San Fernando y Vicente Aleixandre, !con lo que habían protestado los comerciantes a cuentas de la peatonalización, y lo que son las cosas, ahora estaban las calles que no cabía un alfiler, llenísimas de gente y de vida!.


Trinidad Martín Asueros, Trini, ya se había comprado los zapatos para la boda de su sobrino Luis, y paseaba a duras penas entre el bullicio, absorta mirando escaparates, y disfrutando de la espléndida tarde de un sábado cualquiera, cuando de pronto, el nombre de una tienda le llamó poderosamente la atención, "La pradera de los gatos felices". Se aproximó a su minimalista escaparate, en el que solo se exhibía una silla dorada con un llamativo corpiño rojo de encajes negros, y muchos pétalos de rosa esparcidos por todas partes, el singular escaparate, lejos de aplacarle el asombro, le azuzó aún más el deseo de entrar en tienda con nombre tan singular y no menos singular escaparate.

Dentro, un mundo absolutamente ajeno a ella se abrió a sus ojos: lencería llena de sinuosos encajes, penes de todos los tamaños, aparatos que le resultaban absolutamente extraños y que por supuesto no sabía para qué servían, cremas y velitas de mil formas y colores... la dependienta, que debió verla más perdida que un torero en Singapur, se aproximó a ella y amablemente le preguntó qué deseaba.

Y Trini, ama de casa de cincuenta y nueve años y en aquel momento arrastrando inocencia de una niña de seis, le dijo que nunca había estado en una tienda así, y que no sabía para qué servían todas aquellas cosas. Mary, la dependienta, después de presentarse, la cogió del brazo, y con especial cariño le fue explicando cada rincón de la tienda, pasito a pasito, empezando por la lencería y acabando en los juguetes eróticos.

Tras una hora larga, con los ojos haciéndole chiribitas y maquinando travesuras de niña mala, Trini salió de la tienda con una sonrisa de oreja a oreja, y una bolsa que dejaba entrever la compra de varios productos de la pradera de los gatos felices


...continuaré en la siguiente entrada.

jueves, 10 de marzo de 2011

y en el último momento del último día de la liga...



A Darío Sousa, el jugador brasileño más caro que había podido permitirse el mister, dos días después de aquello, le seguía martilleando en la cabeza la película de Roberto Santiago, "el penalti más largo del mundo", quizá justo porque el suyo fuese lo contrario, el penalti más breve del mundo... ironías de la vida, recordaba ahora -después de tanto tiempo de haberlo leído-, casi palabra por palabra del cuento de Osvaldo Soriano en el que se había basado la película, y mira que siempre le había gustado el escritor argentino, pero ahora, ese martilleo de palabras e imágenes en su cabeza, empezaba a hacerle aborrecer el cine, los cuentos y hasta los argentinos.

!Jóder!, apenas un segundo desde el pitido del árbitro y todo se acabó: tras el chute, el fallo, y la alegría del portero y de la afición contraria porque, además de no ser gol, justo en ese mismo instante se acababa el partido... todo se acabó, en un segundo apenas, se acabó, por eso a él le resultaba como inverosímil, algo absolutamente asfixiante. No le cabía duda alguna de que ese siempre sería -no su penalti más breve o más largo-, sino el más amargo, el penalti más amargo del mundo, !ay!, ese con el que pudo llegar al cielo y que sin embargo dejó al equipo en segunda y en desconsuelo.
Once tíos como trinquetes llorando a moco tendido porque en el último momento del último día de la liga, el capitán brasileño del Atlético Villalba, un equipo de barrio modesto, no lo metió... no metió el penalti que tenía que llevarlos a la gloria, y el mundo de pronto, se acabó.
!Cosas del fútbol!


martes, 1 de marzo de 2011

Adiós respeto



¿Donde está el respeto?,
sí, ya se que esta no es una manera muy ortodoxa de empezar una entrada, que eso de lanzar a bocajarro una pregunta así implicaría, cuando menos, un preámbulo siquiera somero para situarse, cierto, perdón pues, pero es que hemos perdido el respeto, lo hemos perdido, esa es exactamente la situación, de una forma consciente o inconsciente le hemos dicho adiós.

Le dijimos adiós en el punto y hora en el que nos instalamos en el relativismo, en ese "todo vale" tan definidor de nuestros días, porque, para esta sociedad nuestra, resulta que todo es relativo y justificable, todo a medias tintas, todo pudiendo ser o no ser según conveniencia, y así nos va, invadiendonos a pasos agigantados la ambiguedad.

¿Qué fue de aquella máxima de que no hay que hacer a los demás lo que no quieres que te hagan a tí mismo?, o de aquella teoría de los límites y del cumplimiento de las normas, ¿qué fue de ellas?.
Vamos a nuestra bola con un axioma único y simple: primero yo, segundo yo, tercero yo, y los demás que se las habíen (que también puede leerse y a los demás que les den)... triste ¿verdad?.

Ayer lunes 28 de febrero fue el día de Andalucía, por eso muchos andaluces al ser festivo para nosotros hicimos puente, el tiempo además acompañaba, y, he de deciros con desgarro y desánimo infinitos que en estos días del fin de semana-puente, se me ha venido el alma a los pies. He visto a personas tirando latas de cerveza a un riachuelo de montaña, jugando a darle a una piedra saliente, y al decirles que dejaran de hacerlo, que no contaminaran al río, la insólita respuesta fue que a ver donde ponía que no se podían tirar latas, y que si se iban a contaminar los peces por dos gotitas de cerveza.

En la cola de control de acceso a la autopista, literalmente la siguiente escena:
- ¿ qué haces pitandome, porqué me pitas so cabrón?, ahora me voy a mover cuando me salga de los huevos, hijoputa.... y, una cola de coches cada vez mayor esperando a que el señor se colocara muy parsimoniosamente camisa y cinturón y tuviera a bien pasar el peaje, para que los demás pudiéramos pasar también.

Vivo en una calle declarada por el Ayuntamiento Zona Acústica Saturada, pero el restaurante de abajo ha inundado la acera de veladores porque, la cosa está muy mal con la crisis y hay que comer, si los vecinos tienen mucho ruido por la noche, se siente, que se compren tapones.

La hija de mi amiga con dieciséis años y poco, es la segunda vez que interrumpe voluntariamente el embarazo, porque el cuerpo es suyo y a nadie le afecta ni le importa lo que ella haga.

Los nini, esa generación de jóvenes que ni trabajan ni estudian, aumentan estadísticamente día a día, hace apenas unas horas, zapineando, he visto a una de estos nini por la tele, que decía y redecía que no le interesaba lo más mínimo trabajar ni tampoco estudiar, que solo quería vivir la vida, y se justificaba en el ejemplo de una popular famosilla.

Frente a mi cuartilla en blanco y ante tal panorama, no me sale escribir un relato, hoy no, y es que ¿acaso éstos son solo ejemplos aislados?, lamentablemente creo que no.
Vuelvo a lo de antes: ¿y el respeto?, ¿dónde está el respeto a los demás, el respeto a las normas, el respeto al medio ambiente, el respeto a uno mismo?, ¿dónde?.


* La foto es dura, lo sé, pero la he escogido precisamente a posta para eso, para que impacte... nos hemos cargado al respeto.
Mil besitos