jueves, 22 de abril de 2010

vamonos pa la feria...



Acababan de dar las doce y había quedado con sus amigos en la caseta a las dos, así que cerró el ordenador después de contestar algunos blogs, feliz, con esa sonrisa dulce que le quedaba siempre tras aquellas lecturas de relatos y poemas de su mundo bloguero, se marchó a su habitación y extendió en la cama su vestido blanco de lunares rojos y su mantoncillo de seda de un ligero color cámel cuajado de claveles reventones bordados a mano. E igual que los que iban a ser investidos caballeros, contemplaba con satisfacción estas sus armas extendidas sobre la cama, sintiéndose y respirándose indudablemente sevillana.


Ya en el cuarto de baño contiguo tenía preparado el cestillo con las flores, peinetas, peinecillos, collares, pendientes y horquillas... se retocó el azul en sus ojos, un poquito más de colorete ruborizando sus mejillas, y en un pis pas se hizo un moño bajo que preñó de horquillas y envolvió en peinecillos blancos, y donde asentó una peina de carey con adornos de coral y una flor roja, grande, bien erguida.

Volvió a la habitación a por su vestido de gitana, zapatos rojos con taconazo para bailar con gracia, y dos pulseras de pasta roja y coral en el brazo... se colocó con arte el mantoncillo que prendió con un broche antiguo de coral y volvió al baño a por sus pendientes que aún aguardaban solitarios en el cestillo... un toque de perfume y los labios rojos pasión, como mandaban los cánones.

Salió a la calle camino de la feria, la ciudad siempre estaba espléndida en abril, pese a los chubascos y los nubarrones, y embriagaba guapura y olor a azahar de los miles de naranjos en flor de calles y plazas.

En un suspiro atravesó Reyes Católicos y cruzó hacía el puente Triana y allí, andando garbosa, se acordó de aquellas sevillanas famosas dedicadas a la reina Isabel II


cuando inauguró el puente... " por el puente Triana, gui, pasó la reina, pasó la reina y no llevaba corona, recogete la cola que te piso, no llevaba corona, gui, tampoco peina, pero llevaba un mantón de manila, recogete la cola que te piso, un mantón de manila que le arrastraba..."

Y cual reinona, ella iba cruzando el puente, hacía la feria, acordándose de tantos amig@s que, velay, no la estarían esperando en la caseta... se acordaba de Alhena, de Tomás Salmorelli, de Lili, de Manuel García, de José Luis, de Guille el travieso, de Lou esa diablilla maravillosa, de Rampy, de Jose (Alijodos), de Soñadora, de Mela, de Marucha y Janys y Dora Ku, de Zayi, de Manel Aljama, de Andrés Hernández, de la abuela frescotona, de Mirta, de su querida Neo, de Nuke, de Inés, de David, de Sergio, de Dianita, de Ángela, de Ambar, de Annick, de Canto en flor, de Fran, de Manolo Jiménez, Nuria González, de Miguel, de Ana, de Meiguiña, de Chris, Mar, Mina, Blue, Paqui Herrera, María Alberti, Antonio Aguilera, Silvano, Gaby, José Alfonso, Alvaro Ancona, del Carde, de su querido Corrado Baratta... !tantos amig@s en el corazón!

Atravesó el puente, y ya en la calle Betis, mirando a la Giralda, con un tímido sol acariciando su cara, un revuelo de flecos y volantes a cada paso, y todos estos recuerdos que ya formaban parte de ella como el paisaje urbano de su Sevilla, caminaba a la feria pensando que sí, que iban a la caseta con ella todos sus amigos blogueros, que claro que iban tod@s para Pascual Márquez, 29.... " vámonos pa la feria cariño mio, cariño mio, vámonos pa la feria....


... ya sabeis que os espero querid@s
Mil besitos gordos

martes, 13 de abril de 2010

Malena (continuación)



... había decidido que no podía perder su tiempo con alguien que no conociera la historia de amor de Fermina Daza y Florentino Ariza. Mal podía esperar de alguien un amor tan perfecto, tan auténtico, tan profundo si no conocía el modelo, ese modelo de amor único, el modelo de amor total.


Y Malena buscaba, seguía buscando aquí y allá, esperando tropezar con algún hombre sensible y enamorado que contestara a su pregunta, lo esperaba ansiadamente, lo soñaba, lo deseaba presa de su propia cárcel, presa de su propia pasión, anhelaba agarrarse a su cuello y aspirar su aroma profundamente -como si de una cocainómana de amor se tratase-... pero pasaban los días y nadie de los preguntados parecía conocer a Florentino Ariza, no por eso Malena se amilanaba, no, todo lo contrario, se negaba a decaer, sacaba fuerzas de flaqueza, y en un arrebato por rentabilizar su codiciado objetivo, decidió unirse a las nuevas tecnologías que le abrían el mundo a través de internet, y en el facebook, cada día, preguntaba una y otra vez su impenitente y consabido ¿conoces a Florentino Ariza?.

Una tarde, tras encender el ordenador y escribir su pregunta, la pantalla le trajo esa respuesta tan esperada:
Florentino Ariza es el eterno enamorado de Fermina Daza, que se juró asimismo esperarla lo que hiciera falta para hacerla suya, pese al sólido matrimonio de ella con el doctor Urbino, y la esperó 53 años 7 meses y 11 días con sus noches, y juntos, solos los dos, como amantes rejuvenecidos, iban y venían por el río Magdalena amparados en una bandera del cólera.
No podía creerlo, leyó y releyó la respuesta una y otra vez, se sentía exitada, alocada, convulsa... lo había encontrado, él estaba allí, había encontrado al hombre de su vida.

Vuelta del revés y llena de esa locura de pasión que le dejaba vulnerables los sentidos, con los nervios y las emociones despendoladas escribió por fin en el ordenador ¿cómo te llamas?, ¿dónde vives?, ¿cuándo nos vemos?... justo en ese instante se dió cuenta que, como toda moneda que lanzas al aire, puede salirte de cara o de cruz, y, en décimas de segundo su mente se inundó de claridad, apagó rápidamente el ordenador, la pantalla quedó negra, vacía, sin vida, y mientras la miraba absorta, comprendió que era preferible vivir en el éxtasis de la búsqueda del amor perfecto, del amor con mayúsculas, llevaba tanto tiempo invertido en esa búsqueda, que ahora, no podía asumir una posible cruz... su amor era como los tangos, profundos, pasionales, melancólicos, de finales tristes.
Bajó la tapa del ordenador, se levantó decidida de la silla y con un imaginario Florentino Ariza comenzó a bailar mientras canturreaba...

viernes, 9 de abril de 2010

Malena


Malena sabía que su nombre era un nombre de tango, había leído el libro de Almudena Grandes y, pese a no tener una esmeralda ni una agobiante hermana melliza, sentía indudable simpatía -amen de cierta similitud- con la Malena literaria, la que termina por descubrir que no hay otra maldición que la vida, ni otra culpa que atreverse a vivirla.

Su nombre era un nombre de tango, era evidente, ella lo sabía, el suyo era un nombre sensual, rotundo, arrabalero, altivo, lleno de pasión... como las letras raciales de aquellos tangos... acaricia mi sueño el suave murmullo de tu respirar, !cómo ríe la vida si tus ojos negros me quieren mirar!, el día que me quieras la rosa que engalana... pero ¿acaso la vida puede depender de un nombre? y ¿acaso éste puede marcar un destino, unos sentimientos?. Siempre con esa pregunta sonando caprichosa en su cabeza al son de un "yira yira", "el día que me quieras", o "caminito", envuelta en las letras de mil tangos que le rociaban de sensualidad el corazón, y la inundaban de una extraña fuerza, de una férrea seguridad, y, sensual, con sus zapatitos de tacón alto, Malena Hernández salía a la calle y salía decidida a buscar el amor.

No buscaba un hombre, ni un buen hombre, ni siquiera el mejor de los hombres, Malena Hernández buscaba el amor, el AMOR con mayúsculas, el amor que con los años había fraguado su cuerpo, su mente y su nombre... el amor que proclamaban los libros de su adorado Gabriel García Marquez, el amor que le hacía sucumbir y llorar de emoción en las pantallas de cine, ese amor que la llevaba in misericorde cada vez que conocía a alguien, a preguntarle a bocajarro: ¿conoces a Florentino Ariza?, y cuando el infortunado contestaba que quien era el tal Ariza, ella, con un desden no disimulado, contestaba que un hombre enamorado intensamente de Fermina Daza, "su diosa coronada", que decidió contra viento y marea y por encima de todo, esperar a su amada casada con otro lo que hiciera falta hasta conseguirla, su espera duró 53 años, 7 meses y 11 días pero jamás dudó, jamás se arrepintió, ya que su amor no era un estado de gracia sino un origen y fin en sí mismo, y con su diosa coronada determinó seguir viviendo hasta el final de sus días, mientras navegaban arriba y abajo por el Magdalena enarbolando una bandera del cólera.

Si el infeliz, contestaba atónito y conmovido si esa era una historia real, ella, con el aplomo y la seguridad que da la certeza le contestaba que por supuesto, y le invitaba a leer inmediatamente el libro, ese Amor en los tiempos del cólera de Gabo, y ya no había más conversación, puesto que había decidido que no podía perder su tiempo con alguien que no conociera la historia de amor de Fermina Daza y Florentino Ariza....
(continuará)

Mil besitos querid@s, continuaré el relato en la siguiente entrada

domingo, 4 de abril de 2010

París y pasión



Querid@s
bloggers, con el título -que no me digais que no es atrayente- de esta entrada, he querido resumir mis vacaciones de Semana Santa... el domingo de madrugada y con cambio de hora incluido, nos fuimos al aeropuerto, vi amanecer en vuelo y, muy de mañana aterrizamos en un París que aún permanecía aletargado y soñoliento, en un lluviosillo Domingo de Ramos.
Volví de nuevo a un París al que adoro y retorno de cuando en cuando, y en donde incluso estuve estudiando en mis años mozos, así que ya os podéis imaginar que para mí París es una ciudad tremendamente entrañable, tremendamente evocadora y envolvente, tremendamente querida y, -como para todos- además, tremendamente fascinante y hermosa.

Me encantó volver a patear la ciudad, respirarla y embriagarme por completo de su magia, y así tengo los pies, absolutamente molidos. Lo primero que hice fue ir a Notre-Dame, mi hotel quedaba cerca, luego, noblesse oblige, la Tour (Eiffel, por supuesto) que es la dama indiscutible y seña de identidad de la ciudad. Eiffel estaba en obras pero, aún sus frecuentes reparaciones, no por eso estaba menos majestuosa: una reinona como siempre dominando la ville.

Andurreé de nuevo emocionada por el barrio Latino y Saint Michel -aunque mi preferido siempre fue y sigue siendo Montmartre-, debe ser, que tengo alma bohemia o con tintes de artista. Disfruté del Louvre, especialmente de la escultura, cuya ubicación en los patios me ha encantado, y, me dejé enamorar por los escaparates de Rue Rivoli, Rue du Faubourg, Avenue Montaigne, Place Vendôme y las deliciosas boutiques de

menaje de Saint Germain des Près... aunque pude comprar bien poco, la verdad, porque el único "pero" que puedo ponerle a la ciudad es que es carísima: divina y maravillosa, pero carísima de la muerte.


El jueves por la noche, de vuelta a casa... me esperaba, toda la pasión de Sevilla: la Madrugá. Os diré -para quien no esté familiarizado con la Semana Santa sevillana-, que la Madrugá la forman las procesiones que salen durante la madrugada del jueves al viernes santo y que, bien pudiera decirse que son la esencia de nuestra semana grande de pasión (El Silencio, Gran Poder, Macarena, Calvario, Esperanza de Triana y Los Gitanos).

Ni que deciros tengo que especialmente en la madrugá se vibra intensamente con los Cristos, las Vírgenes, las bandas, las chicotás, el incienso, la cera y toda esa puesta en escena que es en Sevilla sacar una Hermandad a la calle y hacer estación de penitencia. Especialmente concentran la atención de la madrugá el Gran Poder, que es indiscutiblemente el Señor de Sevilla, y de las Esperanzas, la Macarena, que indiscutiblemente también es la Reina de la ciudad.

El Gran Poder es un impresionante Cristo nazareno que va con su cruz a cuestas, claramente hundido, cansado, dolorido... impresiona !!y cuanto!!, sale en un profundísimo silencio, sin música, y conforme va pasando por las calles, se van apagando las luces. Es tal la devoción y respeto en la ciudad por esta imagen imponente, que la multitud guarda un silencio sepulcral a su paso, y nada se oye salvo el arrastre de las alpargatas de los costaleros llevando al Cristo, y el sonido del martillo del capataz, sin apenas instrucciones, porque sus costaleros saben bien que al Señor se le levanta despacito, poco a poco, sin ruidos ni estridencias.

Justo lo contrario de la Macarena, que a cada levantá se va "al cielo con ella", y que a su paso hay un revuelo de "guapa, guapa y guapa"... a mí, me gusta verla con su manto verde de red, el de camaronera, pero en verdad, tiene poderío y tronío esta Virgen con un manto o con otro, y hasta sin manto. Aunque querid@s, en toda esa explosión de emociones, sensaciones y sentimientos de la madrugá, mi particular corazón, no lo puedo evitar, está con Los Gitanos, la última de las Hermandades que procesionan esa mágica noche... el Manué de Los Gitanos (con el que cariñosamente se conoce al Cristo de la Salud) es también un Cristo nazareno que carga una cruz... me gusta verlo por la Encarnación camino de Campana, con sus marchas alegres y aflamencadas y andando despacito al compás de los pasos de sus costaleros... os aseguro que ese Manué, además de andando, respira, os lo aseguro, se le puede oír respirar allí arriba, en su canastilla, mientras nos mira y la banda le toca "una saeta al cantar al Cristo de los Gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar, cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras anda pidiendo escalera para subir a la cruz...



Y os dejo con esta salida del Cristo de los Gitanos, ante una multitud que le va acompañando todo el camino hasta que a la mañana siguiente, con el sol de cara, vuelve a entrar en su templo... ya solo quedan 361 días para que podáis volverlo a ver andando y respirando por las calles de Sevilla.