
Nos quedamos en que Paula seguía creciendo arrastrando suspensos, llamadas y quejas de sus profesores, cambiando de colegio, pero muy querida por sus padres, para quienes era su principesa.
Fue en la adolescencia cuando sus rabietas pasaron a mayores, y de los gritos desaforados tirándose al suelo cuando no conseguía lo que deseaba, pasó a dar patadas a los muebles y las puertas, estrellar lo primero que le venía a mano contra paredes y ventanas, y romper añicos contra el suelo cualquier objeto que tuviera al alcance... y cada nueva rabieta, una vuelta de tuerca más, hasta que sus padres, para que parase, y por no soportar ese comportamiento, cedían, y Paula paraba, conseguía lo que quería, y, hasta la siguiente vez.
Igual le daba montar el espectáculo dentro de casa, que en medio de un restaurante, de una tienda o en plena calle... y cada vez, añadiendo algo más, un poco más, una vuelta más... a los gritos se le sumaron los insultos, !dios santo, cuánto le dolían a ella los insultos de su hija!, !de su propia hija!, su niña... aquella niña suya preciosa que ahora, desafiaba las normas más elementales haciendo en todo momento su santa voluntad.
Cada dos por tres se escapaba del colegio y vagaba sin rumbo por las calles arremetiendo contra todo a su paso. Cuando la encontraban, volvía a la fuerza a casa insultando a voces a diestro y siniestro... !cuantas veces Paula la había llamado hija de puta, o cabrona de mierda, al quitarle un cigarrillo de la boca o simplemente decirle que no pusiera los zapatos en el sofá!, !cuántas veces le había dicho a voces que ojalá se muriera, qué a ver cuando le entraba un cáncer en la cabeza para que la dejara en paz! y Julia, llorando amargamente, se sumía más y más en la desesperación, ¿cómo una criatura podía destilar tanto odio?, se preguntaba una y otra vez, y ya no le cabía en el alma su cantinela: ¿porqué?, ¿cuando se truncó todo para siempre?, ¿que era lo que había desestructurado a Paula apoderándose de su niña y convirtiéndola en un ser desconocido y perverso?, ¿porqué Paula actuaba así?, ¿porqué?.
Con inmensisimo dolor recordaba todo el calvario que ella y Manuel habían pasado entre idas y venidas a psicólogos, profesores y policías... ¿y para qué?, se decía, ¿para qué?. Nada había dado resultado y nadie había dado con la tecla, es más, todo ese peregrinar entre profesionales y terapias, había envuelto a Paula como en una especie de coraza de profunda rebeldía y violencia.
Pero hoy Julia ya no podía tirar más, no podía más, abatida y angustiada caminaba de arriba a abajo por los pasillos del hospital donde estaban operando a Manuel del golpe que le había asestado su hija, clavándole un tenedor en el ojo, y todo, por no querer cambiar el Telediario y poner los Simpson, todo, por ver los Simpson... ya no podía más, de verdad que no, y llorando, firmó el ingreso de Paula en un Centro de Menores de la Junta de Andalucía.