Necesitaba un hermano, no era una cosa difícil de entender -pensaba él-, pero se lo había dicho tropecientasmil veces a su madre y ella siempre le contestaba con evasivas.
desde Sevilla, con la siempre calidez de un balcón con flores, con las ventanas abiertas de par en par, como en la vida misma o en los caballitos de un tiovivo: a veces arriba, a veces abajo, capeando el temporal dignamente, con vitalidad y optimismo, y desde luego, renaciendo como el mar... "la mer, la mer toujours recommencée", que ya cantara el gran Paul Valery en Le cimetière marin...
domingo, 28 de febrero de 2010
necesito un hermano
Necesitaba un hermano, no era una cosa difícil de entender -pensaba él-, pero se lo había dicho tropecientasmil veces a su madre y ella siempre le contestaba con evasivas.
domingo, 21 de febrero de 2010
desde la ventana
viernes, 12 de febrero de 2010
ponte la máscara
Ya todo había quedado dicho entre los dos, se habían vaciado por dentro cerrando con llave la puerta de la reconciliación, el portazo de Dani al salir, sin duda había puesto el punto y final a una relación de tres años, hermosa tanto como inestable... !que difícil era convivir con los celos!, !que difícil por dios!.
Recordaba ahora como todo era muy diferente cuando se conocieron, cuando él la iba a recoger al trabajo y paseaban abrazados por la playa, con los zapatos en la mano y sintiendo los pies besados una y otra vez con el devenir rítmico de las olas. Recordaba como si fuese ayer aquel día en que celebraron su primer mes juntos y ese globo inmenso y rojo que le regaló con un colgante de corazón dentro, recordaba la risilla infantil que le entró al intentar explotar el globo, en realidad no quería pincharlo, pero claro, no había otra forma de coger el colgante... instintivamente, se tocó el cuello topándose de bruces con el corazón plateado que seguía estando allí, en su cuello, un corazón plateado que acababa de perder el derecho a estar colgado en ella simbolizando un amor eterno roto ahora en pedazos, por lo que, tras una sonrisa extraña mitad nostálgica mitad cínica, decidió que lo que termina, termina, y resuelta se lo desabrochó y lo guardó en el primer cajón que encontró en la cocina, con los servilleteros y las velitas, como augurio evidente de lo inservible.
Aquella sensación brusca del "se acabó" realmente la conmovió, -aunque reaccionó al instante-, no quiso dejarse llevar por los recuerdos dulzones de su relación con Dani, ya que, en todo caso, éstos siempre convivieron con otros menos dulces, más aciagos, profundamente amargos. No lo había pensado hasta ese momento pero tal vez, la balanza de sus recuerdos no cayese precisamente del lado de los buenos.
El jolgorio de la calle la hizo volver a la realidad. Se asomó a la ventana y contempló los tejados de su ciudad inundados de sol, un cielo azul embriagador compitiendo en intensidad con aquel otro de la mar oceana... Cádiz era hermosa, muy hermosa, una ciudad hermosa, no cabía duda, pero aún lo era mucho más en carnaval, con esa alegría desbordada en cada calle, en cada esquina, en cada plaza, y por montera, la vitalidad descarada de meterse con el mundo y con uno mismo ridiculizándolo todo con gracia, con chispa, con arte... Cádiz era una esplendida República en carnaval, no podía quedarse en casa digiriendo recuerdos.
Se pintó la cara de colores, y con una chaquetilla de lentejuelas, un zapato rojo y otro verde, un pelucón rubio despampanante y una máscara coqueta y graciosa, cogió la puerta canturreando el estribillo de aquellas chirigotas de Los Yesterday
Camon baby,
camon baby
sexo, drogas y rock and roll
no hagas la guerra y haz el amor
y la hierba,
y la hierba
no la pises, fumala
y menos trabajo y más carnaval
!y menos trabajo y mas carnaval!
Según iba bajando las escaleras de su casa iba notando la magia del carnaval en su cuerpo inundándole las venas de serpentinas y papelillos de colores, sentía ese duende de una ciudad milenaria que hasta en sus peores momentos y pese a todo, sabe reírse de sí misma. Estaba en Cádiz, vivía Cádiz, respiraba Cádiz, latía Cádiz, y era carnaval.